Por más indicios de resquebrajamiento de las coaliciones, queda más ruido que grietas. Las disidencias dentro de las alianzas pueden no ser más que posicionamientos de cara a la definición de candidaturas para la que restan sólo 17 meses.
El golpe de las elecciones de medio término impuso la necesidad de ampliar la base electoral del oficialismo. Al margen de revertir la situación económica, condición casi obligatoria para pensar en su continuidad del Ejecutivo, la derrota en las urnas empuja a repensar las estrategias electorales.
La utilización de primarias estaba vetada para el oficialismo, sobre la creencia de que puede vulnerar la autoridad presidencial. Esta suposición cayó de la misma manera que las expectativas luego de la noche del 12 de septiembre. Con esa traumática experiencia en el pasado, el Frente de Todos se prepara para configurar una opción electoral que presente “matices”, con el fin de abarcar la mayoría popular perdida.
Con la reputación de las PASO renovada, al oficialismo le restaba comenzar a diseñar un plan para ofrecer distintas miradas dentro de la “unidad” del peronismo. Previo a los eventos sucedidos a partir del entendimiento con el FMI no se esbozaban muchas diferencias entre las dos facciones principales de la coalición gobernante.
A pesar de las conocidas discrepancias en cuanto a la política energética entre los funcionarios más cercanos a Alberto y el kirchnerismo, éstas no constituían una fuente de internas creíbles. Para los fines comunicacionales, las opiniones diversas con respecto al tratamiento de la deuda con los organismo internacionales representa un eje central en la discusión política, tal como plantea el heredero Kirchner en su renuncia.
De esta manera podemos prever un escenario de una primaria oficialista más competitiva. Con una fórmula que, como se anticipa, buscará la reelección del presidente y al menos una más que a esta altura parece correrla por izquierda con el liderazgo de La Cámpora. Un dato que no debe ser descartado de la ecuación eleccionaria es la posibilidad de una tercera fuerza de centro dentro de la PASO peronista.
Será decisiva la decisión que tome el gobernador de Córdoba, quien está tentado por ambas coaliciones. Juan Schiaretti anunció su intención de liderar una “tercera vía” a nivel nacional en el 23, pero tiene a su pesar a la hora de tomar la decisión la prioridad de retener el control de su provincia. Esto con seguridad lo llevará a inclinarse por el mejor postor a la hora de definir su candidatura y los apoyos que buscará a nivel provincial.
Esta hipótesis esbozada sobre la estrategia de cara al 23 y el rol del kirchnerismo en la invención de diferencias no implica una actitud altruista ni de beneficencia del líder de La Cámpora con sus compañeros. Como se afirmó, la interna del oficialismo puede ser competitiva, y más aún en caso de que la economía no despegue y esta facción de la coalición logre instalar la retórica de que es responsabilidad del acuerdo con el Fondo. Otra alternativa no contemplada es, capaz, la más simplista. Puede que esta estrategia solo exista en la mente de analistas trasnochados y la renuncia de Máximo responda exclusivamente a una cuestión de principios.
Sea cual fuere la intención o la estrategia, el momento de crisis que vive el Frente de Todos es, hasta ahora, una oportunidad. Tanto porque le da una explicación fundamentada a la utilización de las PASO, como por el movimiento hacia el centro del espectro ideológico al que se lo empuja al Presidente. No hay dudas de que unidad garantiza competitividad y que división, derrota.
Este mandamiento resuena en ambas coaliciones y quien augure rupturas prevé ceguera en los líderes de las alianzas.
