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¿Crisis política o económica?

Estamos ante una crisis económica con consecuencias políticas, y no al revés.

La economía empuja a la crisis política.
La economía empuja a la crisis política.
Julio Burdman 29 julio de 2022

Desde todos los flancos se acusa al Frente de Todos de no apoyar al Presidente en un contexto complicado, y de generar una crisis política innecesaria que impacta sobre la gestión económica. No estoy de acuerdo. 

Creo que es al revés: ante un cuadro económico decididamente adverso, esta gestión hace todo lo que puede, y lo mejor que puede. Y no alcanza.

Si nuestro análisis se limita a la coyuntura, la actual escalada cambiaria e inflacionaria tiene gatillo en los números rojos del Estado Nacional y de su Banco Central. Estamos ante una crisis económica con consecuencias políticas, y no al revés: la imposibilidad de mostrar resultados positivos y satisfacer las demandas de los votantes creó nuevas tensiones entre presidente y vice. 

No obstante, si profundizamos más en el análisis y buceamos nuestra historia reciente, podemos ver que a todos los gobiernos nacionales -y este no es ninguna excepción- les cuesta liderar la economía política y reorganizar sus contradicciones, para llegar a la meta ideal de romper el ciclo de colapsos y caídas que empobrece a Argentina desde hace medio siglo.  Ahí sí, la crisis es fundamentalmente política. Y abarca a todos los gobiernos y partidos.

Si volvemos al nivel de la coyuntura, para ver por qué este Gobierno no lo hace tan mal, tenemos que comparar el 2022 con otras macroeconomías desesperantes como la actual, y valorar que el Frente de Todos no esté repitiendo errores graves que cometieron otros  que lo antecedieron. Lo peor que puede hacer un gobierno de crisis es aislarse de su propio partido, y creer que se decide mejor sin las interferencias de la política. 

Quienes se quedan solos ya no pueden ser apoyados, y entonces pierden todas sus capacidades. Solo se quedó Fernando de la Rúa, tras romper primero con el Frepaso y luego con Raúl Alfonsín: encerrado y rodeado por allegados y técnicos, a partir de ese momento no logró que ninguna de sus medidas de Gobierno se implementen. Domingo Cavallo trajo docenas de ideas pero, a falta de política, no pudo implementar ninguna. Las ideas valen poco y nada sin quienes las realizan.

Sola, también, se quedó Isabel Perón cuando sus ministros José López Rega y Celestino Rodrigo ajustaron a espaldas de su propio partido, y la reacción en las calles los obligó a escapar de la Capital. Las consecuencias de aquél aislamiento de un gobierno, el famoso "Rodrigazo", aún las seguimos padeciendo.

Aquí no está pasando nada de eso. A Alberto Fernández lo contradicen, por momentos lo desafían, pero no lo abandonan. Abandonar es lo que hizo Chacho al renunciar, o Alfonsín al pactar con Eduardo Duhalde, o De la Rúa al no escuchar a ninguno de ellos dos. Abandonar, también, es cuando un presidente le da la espalda a sus bases electorales. Por ejemplo, cuando un Gobierno radical que amenaza con arancelar la UBA o uno peronista suspende las paritarias. 

En el Gobierno actual, en cambio, los socios de la coalición se meten cada vez más. A diferencia de las presidencias aisladas, cuyos gabinetes comienzan a poblarse de parientes y desconocidos, aquí vemos que los nombres más conocidos del peronismo actual asumen ministerios. Y el discurso de sus principales figuras, vicepresidenta incluida, se reorientan hacia proteger la demanda de los votantes. Es decir, a evitar que el apoyo electoral desaparezca

Las declaraciones de Cristina Kirchner o las críticas de la CTA y otros sectores internos a Fernández generan confusión hacia afuera. Sería ideal un oficialismo que apoye de forma más elegante y formal. Pero esto es, por ahora, lo mejor que puede hacer. El electorado oficialista no está conforme; ignorarlo sería aún peor. 

Todo esto desafía la intuición de muchos inversores financieros, quienes por momentos imaginan que el mejor gobierno posible sería aquél que se encolumne detrás de los consejos tecnicos de los economistas, dejando de lado cualquier consideración política o demanda social. Pero eso no funciona así, y mucho menos en un contexto convulsionado. La política es necesaria, la tecnocracia es una ilusión.

En suma: el gatillo de la inestabilidad financiera de los últimos tiempos está en los números, no en la interna del FdT. Sin embargo, ello no quiere decir que el problema, en el fondo, no sea político. Sí lo es. La imposibilidad de gobernar la economía argentina es un problema profundo de Argentina: es político, y es del sistema. La parte de responsabilidad que le toca al Gobierno actual es no haber podido, sabido o querido traer soluciones. 

 

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